Luego explican intentando aclarar,” no somos buen gobierno pero no hay nada enfrente”. ¿Peor es nada? Triste, conformarse con eso, y por ahora no dan para más. Pareciera que, si Cristina se corre, Macri pierde seguro. Los peronistas, una fuerza enamorada del poder, lo saben de sobra.
Los que se asimilaron a la izquierda, una concepción unida siempre a la derrota, caen seducidos por la tragedia. Durán Barba sueña con una confrontación entre Macri y Cristina. Los que dicen odiar a Macri y opinan lo mismo que Duran Barba me resultan complicados de entender. O superamos a ambos o perdemos todos.
La salida de la decadencia está más allá de los miedos al pasado y del rotundo fracaso del presente. Convoca a peronistas, radicales, progresistas y conservadores, a todos los hombres de buena voluntad dispuestos a imponer la propuesta sobre el rencor. Y ahí es donde aparece Roberto Lavagna, una imagen vigente de superación exitosa en la crisis anterior.
Menem y Macri son parecidos, ambos buscan achicar todo, el Estado y a la industria, pergeñan una sociedad donde sobran millones de habitantes. Convierten una patria en un mercado. Y como siempre, terminan en un estallido, en un default. Perón solía decir, “hay viejos de veinte y jóvenes de ochenta”. La edad puede resolver la peor enfermedad de los cargos electivos, que es el sueño de eternidad.
Si votamos a un joven, en cualquier cargo, gobernador o rector de universidad, diputado o sindicalista, si lo votamos joven intenta fundar una dinastía. De grande está toda la experiencia y la tentación de trascender. Y mucho más en un candidato que no hizo de la obsesión del cargo un motivo de su vida.
Necesitamos salir de la grieta y de esta estúpida competencia entre los que le temen al populismo y los que ven neoliberalismo hasta debajo la cama. Lavagna es el símbolo de una etapa donde vivimos una crisis semejante a la actual y un equipo logró sacarnos en menos tiempo del que hubiésemos temido, esperado, imaginado.
Un equipo que reúne la virtud del saber cómo hacerlo, del haberlo hecho, una heterodoxia imprescindible y un dialogo fluido con todos los sectores productivos y políticos que no participan del fanatismo de turno. Pertenecemos a los peronistas que no caímos en los extremos, ni en el de Menem de destruir el estado ni el de los Kirchner de disfrazarse de revolucionarios. A ese espacio que convoca a muchos, de todas las historias, y de ninguna secta.
Ni Cristina puede contener al campo nacional ni Macri al espacio conservador, cualquiera de ellos solo está en condiciones de conducirnos a un nuevo default. Como sociedad, fuimos mucho más de lo que hoy somos, en integración social, en capacidad productiva, en deuda y en inflación. Destruimos el Estado y la industria y continuamos sin un rumbo, sin una concepción de inserción en el mundo.
Todos somos culpables del desastre Y se necesita de todos para salir de esta crisis. Proyecto y dialogo, dos palabras mágicas que contienen las virtudes de la política. De esa que a los gerentes les queda grande. De esa que a los que nos formamos en la pasión por un proyecto nacional nos expresa y nos convoca.
Es necesario ampliar y fortificar el espacio de la oposición al sistema, a esa dupla que generan el miedo al pasado y la desesperanza gobernante.
Un gran aporte es Roberto Lavagna, algo imprescindible es recuperar la política. Entre todos podemos hacerlo.